El mendigo
El cielo tenía ese color más bien gris, algo depresivo y oscuro; uno de esos tonos que te lleva a ese lugar donde no quieres volver. Y justo en aquella esquina estaba un mendigo, simple y triste con un tallo de brócoli en frente que le había dado un empresario. «Vaya, qué hombre… si yo lo que quiero es un café y me ha dado esto.» En fin, resignado en su karma, el desafortunado mendigo empieza a masticar su almuerzo. Cuando de repente siente algo extraño en su boca. Lo escupe y encuentra un gusano, así medio vivo, medio muerto, aleteando por su vida como un pez. «Wow» – dijo el mendigo, mientras miró hacía el mismo cielo y esta vez lo vio azul.